KHALED AL KHAMISSI
Taxi, Khaled Al Khamissi
La lectura de este libro se inicia con la siguiente dedicatoria: “Dedico este libro a la vida, que habita en las palabras de la gente sencilla: Que se trague la nada que lleva años habitándonos”. A continuación aparece un texto de Paulo Coelho, en sintonía con el contenido de los relatos, al que titula Palabras que guardan relación con el libro. Sigue una introducción en la que el autor nos explica que el libro es el resultado de conversaciones que mantuvo con taxistas recorriendo la ciudad de El Cairo durante casi un año, entre 2005 y 2006. Son historias reales, contadas con espontaneidad y sencillez, pero con limitaciones, puesto que no pudo incluirlas todas y además tuvo que omitir los nombres propios que aparecen en chistes que circulan por las calles egipcias por temor a ser acusado por difamación. Admira mucho a este gremio y la profundidad de los análisis políticos que hacen. Asimismo nos advierte sobre las prioridades de este libro; que no son otras que transmitir las opiniones de los protagonistas sobre temas concretos de la sociedad en la que viven, es decir, que valora más lo sociológico que lo cognitivo. Por último, aparecen las cincuenta y ocho historias protagonizadas por los distintos taxistas con los que ha recorrido los trayectos.
La estructura es muy simple; el autor- narrador (cliente) solicita el servicio. Tiene que negociar primero el precio de la carrera porque no existe una tarifa fija a la hora de pagar, seguidamente trata un tema para que empiece la conversación. El narrador interviene poco, lo indispensable para que el taxista siga hablando. Tanto la experiencia personal, como el análisis de la situación actual del país, igual que los chistes que circulan en ese momento, son los temas más recurrentes. En alguna ocasión le piden consejo, pero este suele desviar la respuesta. Algunas historias acaban con una reflexión o comentario del narrador, como la del licenciado en Comercio que está haciendo un máster, pero trabaja también en un taxi para aumentar sus ingresos y llegar a fin de mes. Lejos de sentirse pesimista, tiene confianza en lograr sus objetivos. Se hace partícipe de los sueños de este hombre y escribe lo siguiente: “Estaba hablando sobre sus esperanzas en un futuro brillante con tanta seguridad que me dio pena. Espero que el Destino le tienda la mano y se compadezca de él, porque se lo merece.”(Pág. 99). Pero la mayoría terminan con una sentencia pronunciada por los taxistas. Vale la pena reproducirlas porque nos acercan a la mentalidad y forma de pensar de los distintos protagonistas y cierran muy bien la anécdota que han contado.“Vivimos en una mentira y nos la creemos. La única función de este gobierno es asegurarse de que nos creemos esa mentira.”(Pág.40)
“Cada época tiene sus propias gentes con la esperanza de que llegue el Día del Juicio Final y les libre de la injusticia y la opresión.” (Pág. 48)
“El que tiene una casa de cristal no debe tirar ladrillos a la gente.”(Pág.63)
“Las personas se comportan como peces que se comen unos a otros. Tanto el pequeño como el grande arañan todo lo que pueden…. la situación de necesidad y pobreza ha hecho que en todas partes los seres humanos se conviertan en peces…”
“Olvidé decirle que nuestro continente africano está fragmentado, incomunicado, completamente colonizado y que el único que todavía puede moverse en su interior, no es el nativo africano, sino el señorito blanco, constructor de las puertas de África, que solo se abren o se cierran para él. Dios bendiga las puertas de Alí Babá que se abrían con un ¡Ábrete Sésamo!”.
Hay una historia que no sigue esta estructura. Se trata de la primera vez que su hija de catorce años coge sola un taxi. Fue una experiencia terrible para la niña porque le tocó un pervertido al volante. Los dos minutos que duró el trayecto se le hicieron interminables y salió huyendo. Se lamenta del concepto que tenía de los taxistas egipcios, que tratarían a una niña pequeña como a su propia hija. En este caso no fue así.
El lenguaje que utiliza es coloquial porque reproduce la forma de hablar de la calle. No obstante, hay dos relatos que nos han llamado la atención por los recursos literarios que emplean. También es cierto que en ellos está más presente la voz del narrador. Así en el primero hace una descripción del taxista y del coche utilizando comparaciones acertadas: “Tenía tantas arrugas en el rostro como estrellas hay en el cielo. Cada arruga se juntaba con la siguiente con ternura, como si se tratase de un rostro egipcio esculpido por Mujtar. En sus manos, agarradas firmemente al volante, se marcaban las venas como las arterias del Nilo que alimentan la tierra seca…” (Pág. 15)
El tema principal del último relato es un canto a la vida tranquila. El conductor estuvo en España, Alemania y Francia. Visitaba el Louvre y comenta el cuadro de David La Coronación de Napoleón. Hace de su hogar un remanso de paz y le habló de jardinería, de arte, de pájaros, de peces y de belleza. Refiriéndose a este personaje escribe: “La divina Providencia me envió un ángel la Noche del Destino. Era en verdad un ángel negro, de alas negras, proveniente del negro sur, del lugar más bonito de Egipto: Aswan. Tenía un corazón negro, el color de la pureza, la autenticidad y la belleza”.
Lo que más valoramos de esta lectura es el humor con el que los taxistas se enfrentan a la vida que tienen que llevar y también la crítica social a la situación del país. Los más denostados son los políticos y la policía. También hablan del sistema educativo, se plantean dilemas morales, la invasión americana a Iraq, los atentados terroristas, la contaminación y el ruido, los problemas económicos, la religión, el cine, la corrupción.
Hemos podido conocer un poco cómo es la sociedad egipcia a través de la opinión de los taxistas.