CLUB DE LECTURA. COMENTARIO

 

helene-hanffHelene Hanff

84, Charig Cross Road

La utilización del libro electrónico por un amplio sector de la población ha supuesto el cierre de muchas librerías tradicionales. Desgraciadamente, es un fenómeno que se repite en muchas ciudades. Cuando las librerías de toda la vida echan el cierre, aquellos libreros entrañables, que nos mostraban las novedades editoriales y nos recomendaban lecturas, también desaparecen. Deseamos que, las que por suerte quedan todavía, tengan largos años de vida y podamos seguir disfrutando de ellas.
Este preámbulo viene a propósito de la lectura que comentamos este mes, pues el tema central que aborda es el amor a los libros y un homenaje al lector, a las librerías y al librero.
Esta obra pertenece al género epistolar y las cartas que contiene son auténticas. En el 84 de Charing Cross de Londres existió la librería Marks & Co. Estaba especializada en ediciones antiguas y libros de segunda mano, que podían servir por correo a sus clientes. La relación epistolar entre Helene Hannf, escritora neoyorquina, judía y con escasos recursos económicos y Frank Doel, empleado de la librería, comienza desde octubre del cuarenta y nueve hasta el sesenta y ocho, fecha en la que murió Doel. El contenido de la primera carta es comercial y el tono formal varía cuando recibió los primeros libros. La belleza de las ediciones le produce una gran satisfacción. Expresa la impresión que le causa ver el color y tocar sus páginas y se avergüenza de sus estanterías hechas con cajas de naranjas: “Jamás supuse que un libro así pudiera proporcionar un placer tan gozoso al sentido del tacto”( Pág.11 )A partir de ahí el intercambio de correspondencia entre ellos deja de ser simplemente comercial y se crea una amistad duradera; pues además de la pasión por los libros, comparten el mismo sentido del humor. La que lleva la iniciativa siempre es Helene, que saluda con un: Querido Frankie, Querido Relámpago, Indolencia o un ¿Seguimos todos vivos? Y además le reprocha lo estirado que es. Esta relación epistolar se amplía con la inclusión de Nora, la mujer de Doel y otros trabajadores de la librería. Por aquellos años Inglaterra sufre racionamiento y esta clienta tan especial envía regalos, como huevos en polvo, jamón y medias de nylon. Gestos de generosidad como estos nos emocionan y engrandecen a la protagonista. A través de las cartas leemos cómo se lo agradecen, las muestras de cariño que recibe, todos la invitan a que viaje a Londres para recibirla en sus casas y también la obsequian con fotos, libros y un mantel de hilo bordado a mano.
Otro aspecto relevante en el libro es el afán de superación de Helene, que no pudo cursar estudios universitarios, es autodidacta y a través de la lectura ha conseguido una formación clásica. Lectora muy exigente, sólo compra libros que ha leído primero en la biblioteca pública. “Va contra mis principios comprar un libro que no he leído previamente”. Por otra parte, manifiesta que no le gustan las obras de ficción: “jamás he conseguido interesarme por cosas que sé que jamás les ocurrieron a personas que nunca han vivido”(Pág. 63) Después de leer los Cuentos de Canterbury de Chaucer manifiesta que le encantó la historia de una monja que comía delicadamente con los dedos. “Por lo demás no me han llamado la atención muchas cosa más: son solo relatos inventados, y a mí no me gustan las ficciones”(Pág109).
El panorama histórico de esta época también se refleja. Desde la llegada de Chrurchill al poder, el luto por la muerte del rey,  la coronación de la reina en agosto de 1952 o la era Beatles en 1965
Durante todos estos años el sueño de Helene era poder viajar a Inglaterra,  conocer a sus amigos y visitar la librería. Sin embargo, su economía no se lo pudo permitir. Fue a partir de la publicación de estas cartas cuando por fin lo consiguió. En 1971 viajó a Londres por primera vez, pero ya había muerto Frank Doel y la librería había cerrado.

                                                                                                                 Emilia Méndez Pérez