El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes Tatiana TÎBULEAC
Esta devastadora novela trata con crudeza una agresiva relación maternofilial y el verano de la reconciliación.
Aleksy, el narrador, es un pintor famoso que sufre un bloqueo creativo. La terapia que le recomienda su psiquiatra es la escritura para que a través de sus recuerdos cierre los traumas de su vida y pueda volver a pintar. Por eso comienza a relatar cronológicamente los tres meses de verano que pasó con su madre en un pueblo de Francia.
En las primeras páginas conocemos a Aleksy y la opinión que tiene sobre su familia. Sus padres son inmigrantes polacos que viven en Inglaterra y él ha pasado su infancia en centros para enfermos mentales. No ha superado la muerte de su hermana pequeña, por la única que siente amor y es muy desgraciado al no sentirse querido por su madre, a la que profesa odio y rencor. En su discurso obsesivo incluso muestra instintos asesinos hacia ella: “Algunas tardes, cuando volvía a casa después de clase-yo sin decir ni pío en todo el camino y ella diciendo tonterías sin parar-, no la podía
soportar. Me daban ganas de meterla en la lavadora y poner en marcha el programa de escaldar sábanas. Encerrarla en el congelador y sacarla hecha migas. Irradiarla.
En aquellos momentos, cuando tenía en la cabeza las caras de mis compañeros deformadas por la risa…quería que mi madre estuviera muerta” (pág.12)
Sin embargo, a medida que avanzamos la lectura veremos que la madre es otra víctima. Ha sido infeliz porque se casó sin amor, tendría que haberse dedicado a dar clase de Biología y toda la vida fue dependienta y para más dolor, la muerte de su hija la dejó sumida en una depresión y a rechazar a su hijo.
Si nos fijamos en el título podemos intuir que en ese último verano que estuvieron juntos sirvió para la reconciliación y el perdón. “Mi madre me pidió que la perdonara por haberme avergonzado tantos años, por no haberme querido y por haber pensado mucho más en Mika muerta que en mí vivo” (pág.115)
La novela está estructurada en capítulos cortos, donde narra los sucesos familiares, la tragedia que sufrió la familia por la pérdida de Mika, la enfermedad de la madre y cómo fue capaz de afrontar su muerte que lo lleva nuevamente a sufrir crisis e internamientos posteriores. Ha sido original y un acierto intercalar frases antes de algunos capítulos que nos permiten ver la evolución de los sentimientos de Aleksy. Las primeras muestran odio y resentimiento: “Los ojos de mi madre eran un despropósito”, “Los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del verano”. En las últimas ya cambia su perspectiva: “Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino de esmeraldas”.
Emilia Méndez Pérez