Club de Lectura. Comentario

Fotografía: El País

Los días del Cáucaso, Banine

“A diferencia de ciertas personas dignas, nacidas en familias pobres, pero que eran familias “bien”, yo nací en el seno de una familia que no era para nada “bien”, pero sí era muy rica… Mi antepasado, campesino de nacimiento murió millonario gracias al petróleo que brotó de su campo sembrado de piedras entre las que pastaba –no se sabe qué- su rebaño de ovejas. Y también porque mi familia contaba con miembros turbios en extremo, en cuyas actividades sería preferible no extenderse”. Así comienza este libro de memorias considerado por la crítica como uno de los más originales del siglo XX.
El lector se siente atrapado desde las primeras páginas porque la vida de Banine, seudónimo de la escritora Umm El-Banu Äsâdullayeva es fascinante, como si se tratara de un personaje de novela. Con una prosa cuidada y sentido del humor cuenta sus recuerdos, sueños y experiencias. Narración, descripción y diálogo se combinan muy bien en esta obra porque al estar escrita como una novela utiliza las mismas técnicas de la ficción
Banine nació en Bakú (Azerbaiyán) y estas memorias recogen los diecinueve años que vivió allí (1905-1924): su infancia y adolescencia. Sorprende que en tan corto espacio de tiempo tuvieran lugar acontecimientos históricos muy importantes; como los efectos de la primera guerra mundial, la sublevación de los armenios, ocupación turca, presencia de los ingleses, la retirada de los rusos de Azerbaiyán y los pocos años que el país fue independiente, en los que su padre formó parte del gobierno como ministro de comercio. Con la ocupación bolchevique la familia se exilia en París. El libro se publicó en 1945 en francés y por eso no nos debe asombrar que estos hechos históricos se muestren como algo anecdótico y lejano.
Oriente y Occidente confluyen en su vida. Procede de una familia musulmana, apegada a sus tradiciones y sin embargo recibe una educación europea. Al ser huérfana de madre es criada por una institutriz alemana, domina distintos idiomas y aprende música, danza y pintura, como correspondía a la clase rica de su país. Nada que ver con las familias pobres, que iban a la escuela musulmana. En ella se impartía la enseñanza
en azerí y las alumnas llevaban velo. La protagonista estuvo en esa institución dos meses y los recuerda con espanto. Sus compañeras se burlaban de ella o la evitaban.
Por otra parte la vida de la autora, de sus hermanas y una prima están marcadas por los matrimonios concertados y tienen que casarse en plena adolescencia. No les permiten que elijan y tienen que plegarse a los intereses familiares.
Hemos disfrutado de esta lectura por la singularidad personal, histórica y social en que se encuadra. Las descripciones de su familia, las costumbres de su abuela musulmana, los diálogos chispeantes, la concepción de las relaciones amorosas tomadas de las lecturas… En fin, que nos gustaría que publicaran su vida en París. Seguro que será tan
apasionante como lo que vivió en el Cáucaso.

                                                                                  Emilia Méndez Pérez