CLUB DE LECTURA. COMENTARIO

 

NO TE VERÉ MORIR, ANTONIO MUÑOZ MOLINA                          

Esta es una novela intimista y conmovedora. Una historia de amor imposible que permanece en la memoria y en los sueños, que habla de la vejez con realismo y delicadeza y con reflexiones sobre el inexorable paso del tiempo.
Destaca el trabajo estilístico y la huella musical que se manifiesta en la forma en que son evocadas las emociones y los sentimientos. En una entrevista el autor manifiesta que la escribió teniendo en su mente composiciones de Bach y Beethoven.
El título lo toma del último verso del poema Ya no de Idea Vilariño, un poema muy triste que la escritora uruguaya compuso tras la ruptura con Juan Carlos Onetti.
Hablemos de la estructura de la novela. La primera parte es una larga secuencia de 62 páginas en las que se relata el estado de conciencia del protagonista, Gabriel Aristu que se acerca a un momento importante y decisivo en su vida, que viaja en secreto a Madrid desde Estados Unidos para hacer lo que ha relegado durante 47 años: encontrarse con el amor de su juventud. La escena tiene lugar en el mismo piso en el que se despidieron en 1967. Evidentemente no se encuentra con la Adriana Zuber que había idealizado, sino con una anciana enferma y que está al cuidado de Fanny. A través de un monólogo interior el protagonista rememora cómo se conocieron, las afinidades que compartían, el amor que se profesaban. La noche de pasión y
despedida en la que Adriana le pide irse con él a Estados Unidos. También conocemos los orígenes familiares y las secuelas que deja en su padre la guerra civil. La preocupación de darle una buena educación a costa de sacrificios personales para que saliera de España. Igualmente le inculca el amor a la música, que era su verdadera vocación, pudo ser compositor y tocar el violoncello. Sin embargo, estudia derecho y economía y se instala en Estados Unidos donde desarrolla una exitosa carrera profesional. Se ha casado con Constance y tiene dos hijos. Viene el momento del desarraigo; se siente extranjero en Madrid y en Estados Unidos. Su vida era una simulación, cumplía bien con sus obligaciones, pero en los sueños aparecían las personas que más le importaban: sus padres y Adriana Zuber. La primera parte comienza y termina con esta frase: “Si estoy aquí y estoy viéndote y hablando contigo, esto ha de ser un sueño”.
En la segunda parte aparece otra voz narrativa, Julio Máiquez, profesor de arte español que da clases en una universidad en Estados Unidos. Está divorciado y separado de su hija. Encuentra en Aristu protección y amistad. Este personaje actúa como narrador testigo: “Yo era el testigo necesario que desataba su memoria. Al contar en voz alta, le daba forma a lo que de otro modo habría permanecido nebuloso en su conciencia, o ni siquiera habría aflorado”.(Pág.121). Máiquez completa la biografía de Aristu y además es el que pronuncia el nombre de Adriana Zuber y activa la trama. Con el paso de los años Máiquez ya le hace confidencias a Aristu sobre su hija, que nunca contestó sus cartas ni quiso saber de él. Seguía por las redes sociales su carrera profesional, era astrofísica y tenía una carrera brillante. Aristu superó un cáncer y después de la enfermedad su vida anterior en España aparece en los sueños. Se iba a jubilar. Otra revelación importante: “quería mucho a sus hijos, pero eran extranjeros para él”.
En la tercera parte tiene lugar el reencuentro. Adriana Zuber a pesar de su enfermedad no pierde la coquetería y se arregla con esmero. Aristu no sabía cómo saludarla, no le salían las palabras, temió estar soñando. Se fija en sus manos y en sus ojos. Los ojos y la voz eran de una mujer joven. Así comienza “Fue el nombre… Tu nombre tan querido…” Se recriminan el uno al otro cómo han sido sus vidas durante ese largo tiempo y por qué no se pudieron cambiar. Los lectors conocemos la vida de Aristu y la imagen idealizada que tiene de Adriana, pero ahora sabemos la historia dramática de ella. Sufrió maltrato y fue repudiada por su marido. Sola cuida y saca adelante a su hija. Cuando Aristu enfermó de cáncer sueña con Adriana y el miedo a morir sin contárselo es el motivo de este encuentro. Reconoce que cuando se apartó de ella, se
alejó de sí mismo. Sin ella había dejado de ser quien era. En este momento ella también mantiene la esperanza de una reparación que no llega, le pide un acto de amor verdadero, algo que le alivie el sufrimiento, pero una vez más le falla. “Si me has querido tanto como dices, no me dejes ahora; no me hagas lo mismo que me hiciste la otra vez”.
En la última parte Aristu se encuentra con el narrador Máiquez en su casa de Estados Unidos. Ya se ha jubilado y ahora su vida se centra en el cello y en la lectura. Se disculpa por no haber acudido a su cita en el hotel Wellington y en mantener oculta su visita a Madrid. Rememora los sueños con Adriana Zuber y le agradece el papel que tuvo en el reencuentro con ella al pronunciar su nombre. Los lectores en este momento ya sabíamos el motivo que tenía Adriana Zuber para consentir el encuentro y cómo reaccionó Aristu ante su petición, pero desconocíamos la perturbación que le causó. Lo que más le dolió es que aceptara que la visitara para que fuera su cómplice en un propósito clandestino. ¡Qué cobardía y qué decepción! Justamente él, que tanto la soñaba y la quería y que cuando estuvo muy enfermo no temía la muerte, sino el sufrimiento y el dolor.
Una novela imprescindible que ha sido del gusto de todas las tertulianas.

          Emilia Méndez Pérez