CLUB DE LECTURA. COMENTARIO

 

 Una historia particular, Manuel Vicent

“La vida, como el violín, solo tiene cuatro cuerdas: naces, creces, te reproduces y mueres. Con estos mimbres se teje cada historia personal con toda una maraña de sueños y pasiones que el tiempo macera a medias con el azar”. Así comienza este libro donde el autor  realiza un repaso vital, histórico y social en el que alterna sus vivencias personales con los episodios más relevantes que han ocurrido desde la posguerra española hasta nuestros días. Como hace en su columna semanal de «El País» le gusta contar lo que ha visto y le ha pasado y los sucesos que ha presenciado. La combinación de su biografía, reflexiones y crónica histórica proporciona una lectura personal y emotiva. En nuestra tertulia pertenecemos a dos generaciones: la“Generación Baby Boomers” y la “Generación Silenciosa”, por lo tanto sabemos lo que Vicent nos está contando y disfrutamos mucho con esta lectura porque hemos vivido experiencias similares y nos ha gustado compartir esos recuerdos. A los lectores que no han vivido esta etapa puede servirles de información y conocer cómo era España en el S.XX.
Reconstruye su vida a través de la memoria. Comienza con recuerdos de su infancia cuando se
subió a los caballitos del tiovivo. ¡Qué bien describe la posguerra! Las cartillas de racionamiento, el Carpanta de los Tebeos soñando con el pollo asado. Las lecturas infantiles
que le marcaron: El libro de la selva y La isla misteriosa. Los tebeos que leía: Roberto Alcázar y
Pedrín, El guerrero del antifaz, El capitán Trueno…Las revistas de humor como La Codorniz y
Hermano lobo. El concepto de patria era “El Cara al Sol con un brazo estirado en el patio y un
bocadillo de atún en escabeche en la otra mano”. Las canciones” La casita de papel y angelitos
negros”. Su experiencia como monaguillo. Con esta frase resume lo que fue la infancia, ”La
infancia eran las acequias donde bañarse desnudo entre naranjos y pan con chocolate”.
Recogemos otra frase que define la felicidad y ganas de vivir de la adolescencia: “La noche de
San Juan era el croar de ranas, sardinas asadas y unas risas adolescentes que desconocían los
problemas”. Y sigue recordando su vida a través de las canciones, lecturas, amistades, fiestas,
las hogueras de San Juan, su etapa universitaria en Valencia, pérdida de la fe, traslado a Madrid, ideas políticas, amores, su primer trabajo como periodista en Triunfo… En cuanto a los acontecimientos históricos que vivió los describe de forma muy personal, por ejemplo los
disturbios estudiantiles y enfrentamientos con la policía durante la dictadura, la transición, las
primeras elecciones democráticas, la llegada al gobierno del Partido Socialista, el 23F, la movida madrileña, la guerra del Golfo, La invasión de Irak, la crisis de 2008, el fin de ETA en 2011. Relata asimismo los viajes que ha hecho por el mundo y un aspecto especial lo dedica a los coches y a los perros que lo han acompañado en su vida.
La obra está dividida en secuencias breves, exceptuando la que le dedica a los perros que es
más extensa. Cuando habla de los perros su escritura es más sentimental. Hace una biografía
de cada uno de ellos. Empieza por un chucho sin nombre que murió atropellado por un camión. En su adolescencia lo acompañó Chevalier que fue sacrificado, pero el resto de sus
mascotas están enterrados en un jardín cerca del mar. Describe la personalidad y lo que le ha
enseñado cada uno de ellos.
Hemos hecho un recorrido por las lecturas, canciones, viajes, sueños y recuerdos que forjaron
al escritor que es. En este libro el pasado cuenta más que el futuro. Evoca con nostalgia su
niñez y reflexiona sobre su confusión política e ideológica. Y llegamos a este 2025 con un Manuel Vicent que ha vivido con intensidad, que reconoce que en la vejez hay que congraciarse con la vida sin rencor y sin odio y por eso nos invita a aprovechar y disfrutar de las pequeñas cosas que antes no disfrutaba. “Qué otra cosa puede esperar uno de la vida sino que al final una perra te sea fiel, te recoja la pelota, te sonría cuando la acaricias y llore cuando te
mueras”.

                                         Emilia  Méndez Pérez