31/03/14 – 6/04/14
Fueron veintiocho los que quisieron conquistar para sí esa tierra de descubridores y, a raíz de ese descubrimiento, fueron ellos los conquistados. Me refiero a la visita a tierras extremeñas, patrocinada por la Asociación Paulo Freire.
Extremadura merece la pena ser “conquistada”, descubierta. Y con esa idea embarcaron en Los Rodeos veintiocho aventureros ávidos de encontrar algo nuevo. Fuertemente armados de cámaras, móviles, cuadernos de notas,….se lanzaron al descubrimiento y vieron que casi todo era nuevo con relación a lo aprendido o a lo que a esas tierras de antaño se ha referido. Una Extremadura nueva se presentó ante sus ojos, en nada “extrema” y ni por asomo “dura”. Situado el campamento en Tierra de Barros, Almendralejo, se pudo observar la respuesta agradecida al trabajo del hombre: campos de sementera y forraje, arrozales y vides, cereales y olivos que garantizan el sustento de quienes quieran ser fieles a la tierra que les dio cobijo. Grandes llanuras tapizadas de verde ofrecen su alimento a la cabaña extremeña, testigo diario de nuestro peregrinaje. El tópico de Extremadura árida y seca se diluye por sí solo. Además de los grandes ríos veteranos, Tajo y Guadiana, numerosos arroyos anónimos y furtivos jugueteando entre arbustos y matorrales hacen guiños de complicidad para que se desmienta el título de aridez con que se ha calificado a esta tierra.
Extremadura, preñada de historia escrita en piedra, huye de la nostalgia. Su ayer está escrito y ampliamente comentado en bibliotecas y museos. La Extremadura que hemos visitado mira al futuro esperando ser descubierta, querida, para entregar toda su riqueza, fecunda y virgen, a quien de verdad confíe en ella.
Del patrimonio histórico será mejor hablar en otro momento.
José María Moral Cruz, abril de 2014