Club de Lectura 10º

Brazo de mar

Hoy la marea está baja. A lo lejos se escucha el ruido del motor de las barcas de los pescadores que vienen de recoger el pescado de las nasas, que han ido a echar desde muy temprano. Cada uno tiene sus marcas.

Como los pescadores, ellos también tienen su propia marca. Suelen colocarse frente al morro Cuba.

Él es un tanto grueso, el pelo con una calva y una barba no excesiva. Suele llevar un bañador azul pálido a mitad de pierna y unas sandalias llamadas cangrejeras, que yo conocí desde mi infancia, pero que nunca usé. Siempre me gustó sentir un profundo placer con el cosquilleo de mis pies bajo la arena, la piedra, el agua arenosa…

Aquel hombre tenía una mirada de hombre de bien, de  alguien comprometido con la polis. Parecía una persona buena.

Lo acompañaba siempre, una mujer de aspecto afable que solía llevar una falda a la rodilla y una blusa de tonos claros. Extendía en la arena, solícita, una toalla compartida. Al salir del agua, ella se la entregaba con una sonrisa tierna. No eran de mucho sol, aunque a él se le podía ver extendido con los brazos en cruz, con el disfrute del baño y de los rayos de luz.

A veces leían.

Un día, el colapso. Un zarpazo cruel de mar, una ola endemoniada la dejó a ella sola, abatida para siempre, sin toalla que entregar. Y fue así, que por momentos, sus ojos se convirtieron en un río de llanto, con el olor y el sabor de un mar que ella también compartía. Desperdigadas quedaron, suprimidas por aquel golpe de mar, páginas, letras, sílabas, frases, acentos,… de un libro que  juntos compartían.

Hoy, puntual tertuliana, esa mujer, a quien el tiempo la había cubierto de paciencia y enseñado a escuchar la voz de la esperanza, a recomponer poco a poco palabras, páginas… Hoy esa mujer, decíamos, en unas hojas escritas a lápiz o con un libro subrayado, nos va señalando, leyendo con voz tenue (como si no supiera del color de un grito), frases o fragmentos que nos dan luz, claridad, comprensión a lo leído.

Cuando participa, la miro, la escucho con inefable atención y siento que ella le da alas a la vida.

Carmen Dolores Quintero González.

En Nerea, a veintiocho de enero de 2919.