CLUB DE LECTURA. COMENTARIO

El día 16 de junio, el Club de Lectura celebró la última tertulia del curso. En esta ocasión la reunión tuvo lugar en la tasca » La Tronja» de Santa Cruz, que nos cedió el recinto (sólo para P1240876nosotros) y donde, después de comentar el libro de Julio Llamazares: Distintas formas de mirar el agua, P1240875despedimos el curso con una cena.
En la sobremesa nuestro compañero Jesús Bayón,  nos narró con su habitual maestría, algunos cuentos pertenecientes al libro de juan José Millás «Números pares, impares e idiotas» y  cuentos cubanos que hicieron las delicias de todos los presentes.

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Una tarde completa en todos los aspectos tanto por las interesantes aportaciones que se hicieron en la tertulia como por la camaradería que reinó en todo momento.
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 DISTINTAS FORMAS DE MIRAR EL AGUA , Julio Llamazares
                                Comentario
Bajo este título que refiere el personaje-narrador, Agustín, Julio Llamazares presenta una novela cuyo elemento básico va a ser el desarraigo, la pérdida de una idílica Arcadia, cuando Domingo, personaje eje, se ve obligado a abandonar su pueblo que va a ser convertido en pantano según las nuevas disposiciones urbanísticas del momento.  Se verá obligado a vivir en unos barracones construidos en otro pueblo. Su  única obsesión será regresar de nuevo a Ferreras junto al río Porma. Lo hará después de 45 años, convertido en cenizas.
La narración se plantea desde la 1ª persona gramatical con la salvedad de un breve momento en el  que Susana, nieta de Domingo, va a utilizar la 2ª. La estructura narrativa se plantea en forma coral a través de la cual dieciséis narradores, que componen la familia (esposa, hijos e hijas, nietos, nuera…,)  reconstruyen la historia basada en el hecho del exilio, la desesperación y cierto sentido del abandono. Casi podríamos hablar de una visión caleidoscópica cuyo visor es el paisaje.
Se apreció en el debate el hecho de que la narración no fuera lineal en lo que a los distintos personajes-narradores se refiere, habida cuenta de que hay saltos generacionales. Asimismo el hecho de que Agustín, hijo de Domingo y Virginia, quien va siendo referido con ciertas deficiencias mentales por algunos narradores, sea quien narre el último y el que, con una gran, pero inocente precisión sea quien mejor comprenda lo que ha sido y es el mundo rural; la querencia de su padre por el mismo.
Uno de los aciertos que fue valorado en la tertulia es el hecho de que todos los personajes narradores mantienen un mismo registro idiomático. Se da así una misma voz narrativa a través de la cual los distintos personajes plantean la narración desde su propio pensamiento, de su vivencias personales sobre lo vivido en torno a Domingo, quien refleja una visión absolutamente patriarcal fortalecida por la posición de su esposa, la sumisa Virginia, una Penélope quien, igual que su esposo, desea el retorno a su pueblo. Su actitud es tan obsesiva que corre el riesgo de convertirse en una estatua de sal, otra Lot bíblica.
Otro dato significativo, en lo que a la narración se refiere, es que esta se va abriendo a temas más genéricos según la visión de los narradores más jóvenes y más alejados del núcleo narrativo inicial. A menudo utilizan el «según me dicen», lo que refleja un mayor distanciamiento, con la excepción de la nieta Susana. Parece necesario aclarar que todas las posiciones no son las mismas. Tal es el caso del nieto ingeniero Daniel, quien en contraposición a su hermano Alex, defiende la necesidad de la renovación urbanística y el hecho de que la razón sea superada por el sentimiento. Frente a temas como esa defensa del urbanismo, del progreso, se perfilan otros  como la autodestrucción, el machismo (Domingo), la dictadura, la corrupción, la muerte… En definitiva la vida: «Pero la vida lo complica todo. La vida y nosotros mismos, que enseguida relegamos y olvidamos a las personas que más queremos a favor de otras menos importantes. Luego nos arrepentimos.»
No se puede dejar atrás las referencias hechas al principio y al final. La primera del LIBRO DE LOS SALMOS: «Junto a los ríos  de Babilonia nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sión». Junto a esta, otra de ÁNGEL FIERRO: «Gasté mi vida en el trabajo de volver.»  Ambas inciden en la nostalgia, el desaliento y el desarraigo que va a marcar el contenido narrativo. Respecto a la segunda (situada al final de la novela) fue valorada por el grupo  como cierto «lavado de conciencia» del ingeniero (constructor en la época de pantanos) y escritor, Juan Benet. «Todo el aire de esa región queda reducido  a bien poco: una sierra al fondo, una carretera tortuosa y un monte bajo el primer plano…». El cierre narrativo con el breve capítulo Automovilista, en el que alguien se plantea el porqué del cortejo fúnebre, cierra magistralmente la obra.
El buen registro idiomático y el acierto de recursos estilísticos como metáforas, las muy acertadas comparaciones, la sutil ironía (cenizas y resurrección), la interrogaciones retóricas… terminan por bordar una obra que fue valorada, casi por la totalidad de las asistentes, como buena. Las aportaciones de la compañera zamorana Leo, gran conocedora de la zona, completaron la sesión.

                                                                                Kalola Quintero