El sepulcro vacío, Cecilia Domínguez
En la tertulia de este mes estuvimos encantadas con la presencia de la autora. Esta es la segunda vez que contamos con Cecilia para comentar su obra. Guardamos un grato recuerdo del encuentro que tuvo lugar en la Asociación en 2011, cuando leímos su novela Mientras maduran las naranjas. Desde esa fecha, no ha dejado de sorprendernos, no sólo por su gran capacidad de trabajo, sino también por la calidad y el reconocimiento de su obra, que la colocan en primera línea del panorama cultural y literario de nuestras Islas. Ha ingresado en la Academia Canaria de la Lengua. Participó en el proyecto de la Consejería de Educación “Leyendo por Canarias”. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y Premio Canarias de Literatura 2015. Señaló que su última intervención fue en octubre, en Caja Canarias en un acto institucional de la Cruz Roja, donde pronunció un discurso. Además publicó en 2013 la novela Si hubieras estado aquí y el libro de poesía Cuaderno del Orate en 2014. Está claro, y así lo manifestó en la charla, su pasión por la escritura. La necesidad que tiene de escribir, desde que era muy pequeña, la ha ayudado mucho para poder enfrentarse a los problemas que han surgido en su vida.
Igual que en la introducción del libro, la autora recalcó que esta novela se basa en un hecho real que conoció a través de su abuela, la historia del marqués de la Quinta Roja, al que se le negó primero dar sepultura en sagrado por ser masón y cómo su madre ordena la construcción de un mausoleo, que siempre quedó vacío porque después fue enterrado en el panteón familiar. El resto de la obra es ficción. Y aquí empiezan las preguntas, que Cecilia va contestando, dando lugar a la intervención de los participantes. Para escribir esta novela estuvo investigando durante dos años el contexto histórico y releyó obras de la literatura del siglo XIX. Comentamos cómo introduce elementos reconocibles de esa etapa. Por eso, se habló de la masonería en Canarias y de la labor social que desempeñaban. Nuestra compañera Antonia ha sido la única que ha estado en el templo masónico en una visita guiada. Nos contó su experiencia cuando bajó a la cueva o cuarto donde tenía lugar el rito de iniciación a la masonería, construido en el sótano y que se llama Cámara o Gabinete de Reflexión. Otras referencias de la época en la que se sitúa esta novela están muy bien reflejadas en la descripción del viaje de Pablo a París. La autora se documentó del itinerario del tren y las paradas que se hacían en el trayecto Barcelona-París hasta la llegada a la estación de Orsay. “La entrada a la estación fue impresionante. Una gran estructura de hierro revestida de piedra por la fachada que da al Louvre, recibía luz por una enorme claraboya. En el interior de la estación, planos inclinados, montacargas, dieciséis vías y ascensores para los viajeros…” (Pág.145) Pero hay más datos que no pueden pasar desapercibidos, como la construcción del mausoleo por el arquitecto masón Coquet. El caso Dreyfus, muy comentado por la prensa francesa y cómo en dos secuencias diferentes Pablo interviene en calidad de observador. Además, este fue el nombre que eligió en su Iniciación. La autora también habló de las clases sociales de la época. Por un lado, la clase privilegiada, representada por la marquesa y su hijo. La burguesía o gente de “buena familia”, a la que pertenecían Isabel y Andrea (madre y novia de Pablo) y por último, la servidumbre, destacada por su lealtad incondicional. Para representarla, crea a un personaje muy singular, Matías, el jardinero. Por supuesto, dentro de este contexto social, también señaló el poder que tenía y ejercía la Iglesia y la enseñanza religiosa impartida por los jesuitas. Contamos con más hechos históricos, como la epidemia de peste que se declaró en Canarias que coincide con el último año de carrera de Pablo. Posteriormente se desata una epidemia de gripe española, que acaba con la vida de Andrea. Cecilia estos hechos los cuenta con mucha gracia en la charla, pero no en la novela, que los trata con mucho rigor. Otra de las figuras históricas que se citan en el libro es el Papa León XIII. En la narración, Isabel, acude al Vaticano para pedirle que deje enterrar a su marido en el cementerio católico y ante las súplicas de esta cristiana, se conmueve y finalmente, se lo permite. Curiosamente, el día de la presentación del libro, un familiar del marqués de la Quinta Roja le comentó a la autora que en la historia real sucedió lo que ella cuenta. Por lo tanto hay una coincidencia entre ficción y realidad. Cecilia desconocía este hecho y nos señaló que ella se lo imaginó así y por eso lo escribió.
Hemos señalado los aspectos históricos de la novela, ahora nos centraremos en los literarios. Observamos que la literatura del XIX está presente en la obra, principalmente en la caracterización y evolución psicológica de los personajes. En el proceso de escritura la autora se tiene que meter en la piel de los personajes; por eso comenta que le resultó difícil y le costó bastante crear el personaje de Isabel. La presenta como a una mujer de su época que se guía por sus convicciones sociales y religiosas. Por eso tiene la obligación de proteger a su hijo y mostrarle cuál es el camino que debe seguir para que no caiga en las influencias ajenas a la fe católica; de ahí que le oculta cómo murió su padre. Es sumamente conservadora y por eso choca con las ideas liberales de su suegra, la marquesa y de su nuera, Andrea. No entiende que la joven quiera estudiar, pues para ella el papel de la mujer consiste en dedicarse al cuidado de su familia y saber llevar una casa. Todo lo tiene que controlar. Para conseguir sus propósitos hace lo que sea, incluso planear la boda de Pablo y Andrea anticipándose a sus proyectos. Así y todo, Cecilia quiere entender su forma de actuar. Isabel es como tantas otras mujeres de su generación que han sido educadas en la intolerancia y los prejuicios. Cuenta además con el agravante que ella ha perdido a dos hijos y se quedó viuda cuando esperaba al tercero. Por lo tanto, Pablo es la razón de su vida y se ha volcado en él.
La adecuación del lenguaje a la naturaleza de los personajes es otra de las características que nos encontramos. El empleo del léxico canario, modismos, dichos y frases hechas lo utilizan principalmente Matías, el jardinero y las criadas. Citaremos algún ejemplo: “estar pegado como una lapa”, “me quedé albeando en seco”, “salir como un rehilete”, “ahora mismito”, ¡fuerte hombre, siempre con la escopeta cargada!
“Más bruto que un arado”, “estoy perdiendo la sesera”, “se acabó lo que se daba”, “no te sulfures, que el aire es poco”, “coger de ajuste”, “vino pirriaca”, “ venir empitonado”, “el árbol cambado es difícil de enderezar”, “ponerse gallito”, “virarse la barriga”, “rebenque”, “tunante”, “novelería”, “templadera”, “farruco”, “chercha”, “chijado de miedo”, “golifiar”, “metiche”, “baldado”, jeringues”, “desinquieto”…Creemos que ha sido un acierto la aproximación de lenguaje al uso coloquial.
Nos han gustado las descripciones del paisaje insular y así se lo hemos manifestado a Cecilia. Un ejemplo, la llegada al puerto de Santa Cruz: “La luna se alzaba en un cielo límpido y recortaba los árboles a uno y otro lado del camino. De vez en cuando, unas luces dispersas denunciaban la presencia de casas aisladas y le hacían pensar en la posible vida apacible de sus habitantes. Era una noche quieta y silenciosa, como casi todas las noches de verano. Quietud interrumpida por un ladrido lejano, por el croar de las ranas o el monocorde canto de los grillos”. (Pág. 126). Igual que la nostalgia por el mar que siente Pablo cuando está en París: “El crepúsculo rosado y suave de París lo llevó a esa nostalgia del mar que, alguna vez experimentan todos los isleños”
Reflexión y sensualidad se aúnan en la prosa de esta novela. Leemos lo qué Pablo piensa sobre París: “Aparte de la ciudad en sí, le atraían su vida cultural y artística. Su libertad de pensamiento…” (Pág. 171) También nos sorprendió la reflexión que hace Matías sobre la eternidad: “Pensó que la eternidad podía ser como un gran árbol en el que, a cada cual, le estaba designada una rama, un brote que se abría hacia el alba , o una raíz que se hundía en la noche…”(Pág.188). Junto a los pensamientos y reflexiones, se acentúa el poder de los sentidos. Pasamos las páginas del libro y percibimos distintos olores. En torno al sepulcro todos los jueves olía a rosas. El olor a café en las terrazas de París. En el Moulin Rouge, a cigarrillos mezclados con distintos perfumes que llegaban a aturdir. Matías olió el estiércol como si el hacerlo lo librase de malos recuerdos. Este mismo personaje huele a tierra, a sudor y a hombre. El olor de la ciudad. Cada lugar tiene un olor característico que lo define. El olor como producto de la imaginación de Pablo cuando estuvo en París, que olía el aire húmedo del Sena a cedros y acacias, cuando allí no había árboles plantados.
Nos fijamos también en los aspectos formales. Comentamos la estructura circular de la novela. El cambio de perspectiva en la voz narradora. Cómo se reproducen los pensamientos de los personajes, la retrospección y los diálogos interiores. Pero la gran novedad estriba en la presentación de los diálogos, sin los verbos introductorios ni los signos de puntuación convencionales. Utilizando esta técnica se agiliza el ritmo de la lectura.
El objetivo principal de un escritor es llegar a sus lectores a través de las historias que escribe. Hemos leído con mucho interés la novela y apreciamos el esfuerzo que le ha supuesto este nuevo trabajo. Tenemos que decir que nos ha gustado mucho y la recomendamos a los que aún no la hayan leído. Le agradecemos a Cecilia Domínguez que nos haya acompañado esta tarde y haya compartido con nosotros su pasión por la literatura.
Emilia Méndez