Nuestra compañera Carmen Galván, natural de La Villa de la Orotava, en estas líneas repasa sus recuerdos del Jardín en el que está basada la novela: «El sepulcro vacío».
Gracias compañera por compartirlos.
EL JARDÍN VICTORIA
RECUERDOS
El Jardín Victoria de mi niñez era un vergel. Paseos, árboles, muchos árboles, flores, escalinatas, la casita del estanque de los patos y el panteón blanco y misterioso.
Yo iba con mis primas, que eran unas noveleras, para ver a los patos, acercarnos muertas de miedo a la puerta de hierro del panteón, bajar después a coger naranjas chinas y salir corriendo…
Alguna vez fui también a comprar flores de las más baratas cuando en mayo, en el colegio, me tocaba «ofrecer».
Desde un rincón de la plaza, el panteón se veía allá arriba, entre el bosque verde, aupado por las escalinatas, por los naranjos y las rosas.
Decían que estaba vacío, pero ¡qué va…!
El sepulcro encerraba, por lo menos, la historia no contada de un hombre muy malo, no se sabía por qué, el amor de su madre y las fantasías y los miedos de los niños, que nos empezábamos a asomar a los misterios de la vida y la muerte.
Hoy, al jardín le han arrancado los naranjos y las rosas, han destruido la casita y el estanque de los patos. Ya no es un jardín encantado, romántico y misterioso. El panteón sigue allí en lo alto, desnudo, hermoso, solo, sin los árboles y las flores que lo arropaban y guardaban sus secretos.
¿Qué sentimientos, qué recuerdos dejará el jardín de ahora en el alma de los niños de La Villa?
En el alma, en la memoria de los niños de ayer han quedado los árboles y las flores, las naranjas, el estanque tranquilo de los patos y el sepulcro… la vida y la muerte, el misterio del jardín.
Carmen Galván 27 de octubre de 2015