Esta novela descarnada está ambientada en Potts County, un pueblo perdido en el Sur de Estados Unidos en los años veinte del siglo pasado. Es una crítica de la América profunda en la que vivió el autor y refleja la podredumbre de esa sociedad racista, corrupta, ignorante y violenta. Narrada en primera persona por un ser detestable, el sheriff de la localidad, Nick Corey, personaje contradictorio porque es el responsable de hacer guardar el orden y también el agresor. Su imagen es la de un hombre cobarde, abúlico, amable, dispuesto a ayudar por poco dinero y sin perjudicar a terceros. Aplica la ley únicamente a los negros o a los blancos pobres. Una verdadera nulidad; considerado por las autoridades y vecinos como un idiota, soporta que lo humillen y se burlen de él. Esa es la personalidad que los demás han querido atribuirle y con la que se siente muy cómodo para seguir siendo sheriff, lo más importante que le ha pasado en la vida. Por eso cuando llega el momento de la reelección y ve peligrar su puesto empieza a actuar y a mostrarse como realmente es. Su verdadero perfil es el de un hombre muy inteligente, inmoral, mujeriego, egoísta y carente de sentimientos. Reconoce que no es ni honrado ni trabajador y si lo eligen es porque lo quieren como es. Precisamente si gana elección tras elección es porque no se mete con nadie y no hace nada: “Mi deber consiste en no hacer nada; por eso me votan los electores”. (Pág. 119). Por lo tanto, sus intereses no pasan por servir a la comunidad, sino en ser reelegido y para lograrlo desarrolla planes que van desde el engaño hasta el homicidio. La violencia con la que actúa Nick es inevitable en el entorno en el que le ha tocado vivir. Fue un niño maltratado por su padre, que lo acusaba de ser el causante de la muerte de su madre. Tampoco debemos perder de vista la mentalidad de los habitantes del pueblo, su forma de pensar y de sentir. Es una sociedad racista y en la novela hay algunas secuencias sobre este tema. Veamos algunos ejemplos. El linchamiento se consideraba un deber cívico para escarmentar a la gente de color. Una atracción de la feria era tirar pelotas en la cabeza de un negro, si se acertaba, se recibía un premio. Uno de los personajes afirma que los negros no tienen alma. El título de la novela 1.280 almas equivale a los 1.280 habitantes de Potts County. Aquí están incluidos los negros porque la legislación yanqui los obligó a contarlos. La actitud de Nick parece más comprensiva y menos xenófoba que el resto de los habitantes, ahora bien, si alguien se interpone en sus planes, no tiene en cuenta el color de la piel. Por otra parte, observamos el comportamiento hipócrita de esa sociedad en algunos personajes que se escudan en los valores democráticos y en la religión para esconder su inmoralidad. Como el caso del padre que tenía catorce hijos y ninguno iba a la escuela porque el obligarlos violaba los derechos constitucionales. Tenía además cuatro hijas embarazadas y todos intuían que fue él, pero nadie hablaba de ello porque era asunto del padre velar por la conducta pública de las chicas.
Los personajes son violentos y amorales, tal vez por eso Nick siente asco por sí mismo y por sus semejantes y está convencido de que es el enviado de Dios para acabar con aquellos que se lo merecen. Cuando comete un asesinato lo hace de forma natural, sin inmutarse ni sentir remordimiento. No lo hace por venganza: “Yo habría jurado que jamás le habría tenido inquina a nadie, ni la más remota sombra de rencor”.
Apreciamos en esta novela escenas de humor negro, como el medio del que se valió para que quitaran las letrinas públicas de delante de su casa, haciendo que cayera en la porquería el director del banco, uno de los notables del pueblo. O cuando dejan el cadáver de Tom en la puerta de su casa: “Os aseguro que no era un espectáculo agradable. No se habría llevado el primer premio en el concurso de tíos guapos”.
Uno de los recursos que utiliza es la hipérbole. Nos hemos reído bastante con este ejemplo:” Pasaban veinte minutos antes de que me durmiera. Y luego, después de solo ocho o nueve horas, me desvelaba y ya no podía volverme a dormir, cascado y hecho polvo como estaba”.
Otro aspecto que nos ha gustado es la utilización del lenguaje coloquial y la jerga asociada a la violencia, que consideramos que es el más apropiado para esta novela. Igualmente en los diálogos emplea un lenguaje explícito y crudo.
La tertulia ha estado muy animada. Nos ha parecido interesante acercarnos a esta novela de culto.
Emilia Méndez Pérez