Esta es una novela que se lee bien porque no encontramos grandes giros argumentales.
Narrada en tercera persona, con un tono impersonal que intensifica la empatía del lector por el personaje principal. Su prosa es sobria sin muchos recursos estilísticos, que encaja con la personalidad del protagonista. Emplea una disposición temporal lineal. Nos interesan bastante los temas que trata, como la pasión por la literatura, el conocimiento y la enseñanza, el paso del tiempo, la rutina, el amor, el desengaño, crítica al sistema académico universitario. El autor cuenta con humanidad la lucha interior del protagonista por vivir con dignidad.
Este relato narra la vida de Stoner, personaje principal, desde su nacimiento hasta su muerte.
Nació a finales del Siglo 19 en una granja y estaba destinado a seguir el oficio de sus padres,
pero ellos deciden que fuera a estudiar Agricultura a la universidad de Misuri. Con dificultades
y trabajo supera el primer curso, pero en el segundo año su vida da un vuelco al descubrir a
través de un soneto de Shakespeare su amor por la literatura. Se despierta en él el deseo de
aprender, deja los estudios de Agricultura y acaba doctorándose en Filosofía. Obtiene una
plaza de profesor en la universidad y la relación con sus padres es casi nula. Se sentían como
extraños después de que acabara sus estudios. Hacia ellos siente lástima y amor distante
Acude al entierro de su padre y viendo las condiciones en que quedó su madre se ocupa más
de ella hasta que muere. En cuanto a su carrera profesional, estuvo durante cuarenta años
dando clase en la Universidad de Misuri hasta que enferma de cáncer y muere. En su
departamento por mantener sus convicciones éticas el jefe de departamento le hará la vida
imposible cargándole de horas de trabajo. La universidad se muestra con tensiones humanas
donde choca el idealismo de Stoner con la realidad. Escribe un libro sobre literatura inglesa
medieval, insignificante en el mundo académico, pero es su voz, su esfuerzo y su afirmación
personal.
Los acontecimientos históricos que vivió fueron relevantes y convulsos. La primera guerra
mundial, a la que no va, como sí lo hicieron sus dos mejores amigos. Esto le genera conflictos,
ya que él se queda dando clase y uno de sus amigos muere. Luego viene la gran depresión que
le ocasiona pérdidas económicas por la quiebra del banco donde tiene la hipoteca de su casa.
Por último, la segunda guerra mundial. Fueron precisamente los años posteriores a la guerra
sus mejores años de docencia. “Fueron los mejores de su vida. Los alumnos extraños por su
madurez, eran profundamente serios y ajenos a trivialidades”…”Pensaba poco en el pasado o
en el futuro, tampoco en las decepciones ni en las alegrías, concentraba todas las energías en
su trabajo inmediato y esperaba que finalmente se le considerase por lo que hacía”. (Pág.216)
Su vida familiar fue un fracaso. Su mujer le hace la vida imposible. Lo sometió a todo tipo de
chantajes que él soportó estoicamente. Ella impone el silencio emocional, no hay afecto ni
comunicación entre ellos. La personalidad enfermiza de su mujer afectó también a su única
hija, a la que aparta del cariño de su padre.
Stoner conoce el amor en su madurez con la joven estudiante Katherine Driscoll. “Con
cuarenta y tres años aprendió que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una
persona intenta conocer a otra”. El tiempo que duró esta relación también mejoró su relación
familiar. Pero tiene que renunciar al amor porque su mujer no acepta el divorcio y en la
facultad también lo presionan para que la deje. En 1949 vuelve a tener noticias de ella porque
publicó un libro que le se lo dedica: “Para W.S”.
En la tertulia nos planteamos por qué un hombre tan valioso como Stoner no se defiende de
las intrigas académicas en las que se ve envuelto, no lucha por conservar la estabilidad
emocional de su hija y se resigna a perder al amor de su vida. Llegamos a la conclusión de que
Stoner es un hombre íntegro, dedicado a enseñar literatura, que lucha por encontrar la
dignidad en medio del fracaso y es fiel a sí mismo y a sus convicciones hasta el final.
El final es grandioso, acepta su enfermedad con dignidad que refleja su actitud ante la vida:
silenciosa, introspectiva y resistente. Antes de morir cogió su libro. “Dejó que sus dedos
hojearan las páginas y sintió un hormigueó, como si estuviesen vivas. El hormigueo recorrió sus
dedos y recorrió su carne y sus huesos. Fue perfectamente consciente y aguardó hasta que le
poseyó, hasta que la vieja excitación parecida al terror se le fijó donde estaba. La luz del sol,
entrando por la ventana, resplandecía sobre la página y no podía ver lo que allí había escrito.
Los dedos perdieron fuerza y el libro que sostenía se deslizó despacio y luego bruscamente
sobre su cuerpo inmóvil, cayendo en el silencio de la habitación”.
Emilia Méndez

