Club de Lectura 10º Encuentros

El día 9 de abril de 2014,  tuvo lugar en la librería de Mujeres un encuentro de clubes de lectura para comentar el libro de Poniatowska, Querido Diego, te abraza Quiela.  Acudimos a la cita un grupo considerable de Paulo Freire, las Magarzas, las Atalantas, las de la librería de Mujeres y las de la Universidad de La Laguna. Aforo completo y ambiente relajado. Allí nos encontramos con compañeras que comparten la misma afición y pasión librería de mujeres componentespor la lectura. El editor de Impedimenta, Enrique Redel, comenzó su intervención explicando el proceso de edición de la obra, que se publicó en México en 1978. Así, cuando Elena Poniatowska va a prologar una novela de Lupe Marín, que se creía que era la primera mujer del pintor Diego Rivera, encuentra un libro de Bertram Wolfe, La vida fabulosa de Diego Rivera, que narraba la vida artística y sentimental del muralista mexicano. Y por esta fuente se entera de la existencia de Angelina Beloff, una exiliada rusa, pintora de talento, que fue la primera mujer de Rivera y con la que tiene un hijo, Dieguito, que muere al año y medio. Convivieron en París durante diez años hasta que él la abandona y regresa a México. Izuskun y editor“padrísimo”. En cuanto a la acogida y venta del libro, Redel es optimista, pues prevé que haya una tercera edición antes de la entrega del Premio Cervantes a la escritora mexicana.
A continuación se estableció el debate con intervenciones interesantes; desde la postura feminista que rechaza por completo la actitud sumisa de la protagonista hasta la consideración de la obra como un relato de ficción, resaltando que las cartas son producto de la imaginación de la autora y el acierto al emplear el género epistolar.
Desde aquí queremos agradecer a Izaskun, la dueña de la librería, que haya contado con nosotras para que participáramos en esta actividad.

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Querido Diego, te abraza Quiela
Sobre el libro físico:
La elección de tintas o papel produce un olor desagradable al pasar las páginas.El diseño de portada y la elección de la tipografía externa (intentando aproximarse a la manuscrita, y con un estilo “retro”), así como los colores, invitan al lector a entrar en contacto con el argumento de la obra aún antes de comenzar a leer. Es un hecho imperceptible pero que habla de un estudio detenido de estos elementos por parte de la editorial.
Es un texto agradable al tacto y que se puede llevar cómodamente en un bolso, debido obviamente a la extensión de la obra original, por un lado, pero también a la elección de un interlineado y espaciado adecuado y cómodo.

Sobre la obra:
Es –efectivamente- un ejercicio sorprendente de realidad epistolar. O sea, a priori la obra parece que nace con vocación de traer a la luz la correspondencia (mejor, cartas, pues no hubo respuesta de Rivera en casi ninguna ocasión, por lo que “correspondencia” es un exceso) de Quiela y solo eso. Sin embargo, y a pesar del narrador-editor elegido -punto de vista narrativo que no pretende más que ser fedatario de papeles que el autor encuentra-, que pudiera alejar significativamente al lector de la trama, la autora consigue vincularme a la misma, con una desazón en el alma continua. Se lee con la necesidad de que el personaje principal (Quiela), digamos, “despierte” de una vez, en la carta siguiente. Y así, llegas al final, con un epílogo tan breve como revelador y que cierra –afortunadamente para el lector- una larga agonía.
Habiendo hablado de Quiela, como personaje principal, otra de las cosas que me llamó la atención, quizá la que más, fue la creación –carta a carta- del personaje Diego (“mi chatito”; apelativo con una intencionalidad tan irónica que, a partir de ahí, juzgué a la autora de otra manera. Me gusta esa capacidad de jugar a la risa con el lector: ¿“chatito”, Rivera? Familiaridad, cercanía en el lenguaje, sí. Pero ironía en la pluma de la autora, también. Lo baja de su Parnaso, lo mundaniza una y otra vez…). Diego Rivera, el personaje, se crea por el defecto: todo lo que no está explícito en la obra, es Diego. Me pareció de Premio Cervantes, sin duda. La presencia ausente de Rivera en la obra es tan abrumadora que nadie sería capaz de decir que este personaje nunca respondió: lo hizo. Desde el silencio militante y el abandono continuo. Y lo hizo desde la admiración de Quiela, justificando a un genio, a un soberbio, a uno que ya olvidó lo que dejó atrás y que está en otro estado y fagocitando otra vida. A un maestro de la Pintura. Nota curiosa: cuando Quiela habla de “tu nuevo amor mejicano”, pensé que se trataba de Frida Kahlo. No. Fue Lupe Marín, con quien se casó en 1922. Después de ella, y antes de Kahlo, hubo otra más. PERO, después de Kahlo, hubo nueve mujeres más (incluida la propia hermana de Kahlo). Consideraciones personales al margen, este hombre, lo único que necesitó para vivir fue su pintura, tequila y tener adoradores cerca. Nunca un amor.

1.        ¿Es Angelina una mujer dependiente?.  Sin duda alguna, sí. Dependiente de su ex pareja, de su familia –a la que ya no ve-, de su necesidad de pintar… Pero si hubiera que atribuirle un perfil psicológico, yo me inclinaría más por obsesiva hasta la psicosis (escribe sin saber que lo ha hecho, ve a Diego por todas partes, habla sola…)
2.        ¿Qué crees que alimenta ese amor incondicional por Diego Rivera? Preguntarse los porqué de las emociones del personaje, desde mi punto de vista, no es lo más interesante que se puede hacer por ella. Creo que el lector, con esta obsesión que crea la autora a través de Quiela, asiste como observador –alucinado, en mi caso- a la construcción de una relación tóxica, sólidamente tramada. Por atribuirle una característica musical a la misma, se diría que ese “amor” va in crescendo. ¿Por qué ama así? A mí no me interesa… Me gusta más ahondar en cómo la autora (a pesar de que refleja una relación que no es saludable) vincula al lector con la misma hasta la última página (¿Pena? ¿Compasión? ¿Necesidad que haya una modificación en Diego Rivera?).
3.        En la época de la publicación del libro (1978), los movimientos feministas arremetieron contra él. De hecho, su editorial francesa se negó a publicrlo. ¿Crees que la respuesta sería la misma en la actualidad?  Afortunadamente, no.
4.        La biografía de Angelina Beloff nos la muestra en su juventud como una mujer osada, capaz de dejarlo todo por la pintura. Su nueva incapacidad a la hora de pintar ¿la hace víctima de los límites autoimpuestos de la creatividad femenina?.  No entiendo qué son los “límites de la creatividad femenina”. Encuentro términos opuestos: “límite”/“creatividad” y “creatividad”/“femenina”. El personaje (ante las preguntas, tengo la impresión de que se estuviera hablando de una autobiografía, donde la voz narrativa coincidiría con la de la autora…) entiendo que cesa en su proceso creativo –durante un tiempo en su vida- debido a una cuestión emocional, por supuesto, pero también física (pasa muchísima hambre. Dato reflejado en el episodio del té, o de la Pascua Rusa con los huevos duros -4 para dos días- y la barra de pan; así como por la enfermedad que padece en el tiempo que envía las cartas). Si acudimos a la bio de la artista en la que se inspira la autora, vivió hasta los 90 años, en México. Fue una reconocida marionetista y pintó hasta que murió. Estaba rodeada de grandes artistas mejicanos de la época, y fue invitada a Méjico como artista extranjera para ayudar a formar parte de la nueva escena cultural mejicana, después de la Revolución de 1932. Establecida en Méjico, fue profesora de Escuelas de Arte y Talleres, fue miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, etc. En fin, que si nos centramos en la persona Angelina Beloff –y no el personaje, Quiela-, su relación de 12 años con Rivera marcó su vida, obviamente y no de manera tangencial, pero pudo continuar con su arte hasta que falleció, siendo reconocida y respetada, incluso, en la tierra de su ex marido.
5.        Angelina escribe, refiriéndose a Diego: <<Yo valgo lo que tú pienses de mí>> ¿Hasta qué punto podía llegar a incomodar o a aburrir a Rivera semejante sumisión?.  Habría que haber preguntado al propio Rivera, por su proceso de “desamor” o desinterés por esta mujer: cada pareja se rige por invisibles hilos de relación, que responden no sólo a la intimidad de la misma, sino a los perfiles individuales de ambos componentes.
A mí, Quiela, su perfil psicológico trazado con maestría por Poniatovska, me resulta tan asfixiante como una manta en verano. El epílogo de media hoja, da –a modo de brochazo final y maestro en un lienzo- idea de quién era para él y cómo importaba en su vida esta mujer, a la que no reconoció ni siquiera al cruzarse con ella, en Méjico, años más tarde. Como todos sabemos, la desesperación, el amor demandante, la sumisión, la pérdida de voluntad que transmite Quiela, hacen que los individuos pierdan la identidad o lo que los hace únicos y diferentes. No obstante, como digo, habría que preguntar a Rivera. Yo tiendo a pensar que la respuesta es sí.
Nota: como elemento en la construcción que la autora hace del personaje, esa frase en concreto, es la más potente y de mayor calidad literaria.
6.        La destreza de Poniatovska a la hora de recrear ambientes realistas logra que una obra epistolar se lea como una novela. Las cartas son obra de la imaginación de la autora, pero resultaron ser muy similares a las originales. ¿Esta similitud casual le da más valor al libro?
El libro tiene el valor que tiene. Quiero decir que, para mí, andar respondiendo a acertijos o, como en este caso, evidenciando coincidencias, no es relevante. Esta similitud, con seguridad, no es azarosa: a poco que uno se asome a la web, encuentra infinidad de referencias a “los diarios de Angelina Beloff mientras vivió su amor con Rivera”, por lo que, lo que me indica es que la autora nos regala con un trabajo de documentación previo muy interesante. Ese trabajo, por otro lado, es el que construye una obra tal y como la podemos disfrutar y que emana ese realismo que tanto agradecemos. Si no fuera así, la naturaleza de este libro sería otra (ciencia ficción, tratado sobre arte…  Ni sé.), pero probablemente, uno de los objetivos de la autora era dar un baño de realidad a sus cartas –las de la autora- con Rivera y lo logró, sin duda.

Blanca Villa